domingo, 26 de agosto de 2012

Vive cada momento al máximo, porque no sabes si va a ser el último. No te preocupes, solo tienes que seguir tres sencillos pasos:
1. Sonreír.
2. Disfrutar.
3. Ser feliz.

sábado, 18 de agosto de 2012

Rojo

Su vestido era rojo, como las amapolas que la rodeaban.
Iba descalza, y sostenía sus zapatos de tacón, a juego con su vestido, en una mano.
Estaba sentada allí, en mitad de un campo de amapolas. Pero, ¿qué hacía allí? Él no lo sabía.
Por su cara, dos líneas negras, se le había corrido el rímel de... ¿llorar?

Se acercó a ella, preocupado
 ¿Estás bien?
Ella le miró. Se apartó su largo y despeinado cabello de la cara y, sonriendo, le dijo:
 ¿No es bonito el color rojo?

viernes, 17 de agosto de 2012

Atardecer

Las olas se mecen suavemente. El olor a mar y arena alcanza nuestro sentidos. El cielo, despejado, está del mismo color que tus ojos, pues está atardeciendo.

Te sientas. La suave arena roza tu piel. Ojalá pudiera ser ella para poder acariciarte.

Tienes la vista fija en el mar. Tu mirada es seria, pero tienes una enigmática sonrisa en el rostro. Me encanta, no sabes qué curiosidad siento por saber lo que piensas cuando sonríes así.

¿Sabes qué más despierta la curiosidad en mí sobre ti? Tus ojos. Son de un color extraño, naranja. Como cuando atardece. Como ahora.

Para mí eres todo un misterio, y sabes que los adoro.
Creo que me he enamorado.

Buenos días, princeso

 ¿Sí?   dijo una voz al otro lado de la línea. Diría que estaba recién levantado.
  Buenos días, princeso contestó ella, intentando parecer calmada cuando en realidad su corazón latía mil veces más rápido.
Oyó una sonora carcajada, y ella no pudo reprimir una sonrisa al escucharle.
  Eres tonta.
  Lo sé.
  Pero eres mi tonta.



jueves, 16 de agosto de 2012

Mi luz

Me encontraba en un túnel oscuro. Iba sola, en silencio, solo se escuchaba el sonido de mi respiración.
Tenía miedo. Demasiado. Mi corazón latía a mil por hora, a la espera de que algún monstruo apareciese entre esa inmensa oscuridad. Pero no aparecía. No ocurría nada. Y eso era lo peor.
El túnel parecía no tener fin.

Pero, un día, una luz apareció. Una puerta, a lo lejos.
Corrí, desesperada por salir de aquel tortuoso y oscuro túnel.
La luz era cálida, agradable. Era intensa, pero no me hacía daño a los ojos.
Llenó el vacío que se había instalado en mi corazón.
Desde ese entonces, esa luz sigue acompañándome.

¿Sabes? Esa luz eres tú.