Me encontraba en un túnel oscuro. Iba sola, en silencio, solo se escuchaba el sonido de mi respiración.
Tenía miedo. Demasiado. Mi corazón latía a mil por hora, a la espera de que algún monstruo apareciese entre esa inmensa oscuridad. Pero no aparecía. No ocurría nada. Y eso era lo peor.
El túnel parecía no tener fin.
Pero, un día, una luz apareció. Una puerta, a lo lejos.
Corrí, desesperada por salir de aquel tortuoso y oscuro túnel.
La luz era cálida, agradable. Era intensa, pero no me hacía daño a los ojos.
Llenó el vacío que se había instalado en mi corazón.
Desde ese entonces, esa luz sigue acompañándome.
¿Sabes? Esa luz eres tú.
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