— ¿Sí? — dijo una voz al otro lado de la línea. Diría que estaba recién levantado.
— Buenos días, princeso. — contestó ella, intentando parecer calmada cuando en realidad su corazón latía mil veces más rápido.
Oyó una sonora carcajada, y ella no pudo reprimir una sonrisa al escucharle.
— Eres tonta.
— Lo sé.
— Pero eres mi tonta.
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